viernes, 26 de marzo de 2010

Mamá

Los oídos no paran de zumbar y el dolor de cabeza es cada vez mayor. A lo lejos se escucha la voz de Andrea que grita tu nombre mientras llora... el mundo se ve tan lejano e inalcanzable que parece irreal que tu formaras parte de él.

Frente a tus ojos ves el agua del pestilente charco en el que has caído. Puedes ver el agua de oscuro color ondear cada vez que respiras y sientes como entra y sale de tu boca mientras aun intentas mover la mandíbula que comienza a inflamarse. Frente a ti una roca del tamaño de tu cabeza te impide ver mas alla y te preguntas que pasara ahora.

Samuel ya no te golpea, ha de creer que ha sido suficiente y que puede dejarte en paz. Sientes como todo tu rostro está inflamado, Samuel es mucho mas grande que tú, ha de tener unos catorce años o más. Simplemente no tenías ninguna oportunidad, además no estaba solo, Kike y Raúl estaban con él... ¿En que estabas pensando?

No puedes evitarlo, quisieras llorar, quisieras llorar y que mamá estuviera aquí para consolarte.

No recuerdas casi nada sobre cuando eras pequeño, pero seguramente tu primera palabra fue mamá. Tu la quieres y seguramente que ella también te quiere a ti.

Recuerdas las noches con frío cuando ella te envolvía en la manta que mas te gustaba, esa de suave pelaje. Entonces mamá te abrazaba muy fuerte y tarareaba una canción hasta que te quedabas dormido. A veces ella era la que se dormía y tu tratabas de no hacer ruido para no despertarla, además no querías que dejara de abrazarte.

Papá llegaba por la noche. Él era distinto, nunca te gusto como te miraba ni el que nunca te sonriera como lo hacia mamá. Pero ella se ponía feliz cuando él llegaba, se levantaba de inmediato y corría a besarlo. A ti no te gustaba que te dejara, pero ella era feliz y eso te gustaba.

Una noche papá ya no volvio y mamá dejo de arrullarte. Los primeros dias ella solo lloraba acurrucada en la cama.

No querías verla sufriendoo y tus intentos por consolarla no funcionaron. Así que simplemente abrias la puerta y salías a jugar a la calle hasta que ella te llamaba para que volvieras.

A veces mamá se iba de la casa todo el día y tú la esperabas jugando frente a la puerta de la casa. Ella llegaba muy noche pero no importaba, tu eras feliz de verla regresar aunque ya no te abrazara. Simplemente era mamá y tú la amabas.

Los días en que tardaba demasiado en llegar, la señora de enfrente te llamaba para darte algo de comer. No te gustaba ir con esa señora, su casa era limpia y ordenada, pero olía extraño, como si no existiera el amor detras de esas paredes.

-¿Te gustaría quedarte a vivir conmigo?- decía a veces la señora.

No te gustaba eso, tu querías amama y querías estar con ella. Llegaste a odiar a la señora por preguntarte eso constantemente, pero tenias hambre y te mordías los labios mientras comias lo que ella te daba.

A veces mamá volvia trayendo una botella con algo que olia muy feo y sabia peor. Entonces mamá se sentaba en la mesa y bebia de ella hasta quedarse dormida. Esos días tu la cubrías con tu manta favorita y la abrazabas. Mamá era hermosa cuando dormía. A veces le dabas un beso en la mejilla y te quedabas a dormir junto a ella.

Jugando en la calle conociste a Samuel. Él siempre llegaba en las tardes despues de vender todos sus dulces. Se quedaba a jugar un rato contigo antes de irse a su casa. A veces se ponía a llorar cuando no había vendido lo suficiente y sabía que su papa le pegaría. A veces eras tú quien lloraba contandole como mamá a veces no se daba cuenta de que tu existías.

-Al menos no te pega- decía él y te regalaba un dulce, aunque sabía que después tendría que recibir un azote por ello.

Una tarde la señora de enfrente y mamá discutieron cuando mamá llegó y tú estabas comiendo en su casa.

Empezaron hablándose mal y comenzaron a gritar, gritaban cosas sobre ti, algo como que estabas en edad de ir a la escuela, que mamá estaba tomando demasiado y algo sobre unos señores del gobierno que vendrían a llevarte lejos de mamá.

Esa fue la última vez que comiste en casa de la señora. Ese día mamá te tomo por la muñeca tan fuerte que sentiste mucho dolor y te lllevo dentro de la casa. Cerrando la puerta con fuerza te soltó y se tiró en la cama a llorar.

Con lágrimas en los ojos te acercaste a ella y tocaste su hombro. Entonces ella te miró y, por primera vez en mucho tiempo, te abrazó. Ambos lloraban tendidos en la cama y ella no paraba de repetir que la perdonaras.

No entendiste nada solo lloraste mientras la abrazabas con fuerza, deseando que este momento no se terminara jamás. Ambos se quedaron dormidos.

A partir de ese momento todo cambio. Comenzaste a ir a la escuela donde la maestra y los otros niños te trataban muy amablemente. Mamá se arreglaba cada mañana, realmente se veía hermosa, y se iba a trabajar. Por la tarde ella siempre te esperaba como hacía tiempo esperaba a papá, ella misma preparaba la comida para los dos todos los días. mamá volvía al trabajo y tú la esperabas con una sonrisa en el rostro. Fueron días verdaderamente felices.

Un día mamá llego con la foto de un señor y la puso aun lado del espejo. A veces ella llegaba un poco mas tarde que de costumbre, pero volvía feliz. En ocasiones ella te arropaba pero no se vestía para dormir, sino que se peinaba y arreglaba aun mas que cuando iba a trabajar. Tu fingías dormir hasta que un coche se detenia afuera de la casa y mamá salia de la casa sonriente. Se escuchaba su voz saludando a alguien, la puerta se cerraba y el auto se marchaba.

Siempre esperaste despierto hasta que el auto volvía y mamá regresaba a casa. Ella entraba a casa y tú cerrabas los ojos de nuevo. Entonces ella se quitaba los zapatos, te daba un beso en la frente y se acostaba a tu lado. Solo entonces podías dormir.

Pero esa noche ella no volvió feliz como lo hacia siempre. Aquella vez ella llegó llorando y lloró toda la noche. Tú te quedaste en cama escuchandola su lamento mientras constantemente preguntaba "¿Porqué?... ¿Porqué me hizo esto?".

A la mañana siguiente la foto del espejo había desaparecido y los días siguientes mamá estaba siempre triste. Ella volvía nuevamente con botellas, a veces traía algunas que no bebía, sino que empapaba con ellas un trapo y se pasaba la tarde oliéndolo. Eso la tranquilizaba y hacia que dejara de llorar.

A veces no se iba a trabajar, otros días volvía para comer y se quedaba en casa oliendo aquel trapo, hasta que un día llego furiosa del trabajo y no volvió a ir. La casa se impregnaba con el olor de ese líquido transparente.

Mamá ya casi no salía a la calle. A veces ella te mandaba con la señora de enfrente a pedirle dinero prestado, hasta que un día la señora ya no quizo pretarte más. Entonces tenías que ir mas lejos, a pedirle a otras personas que conocian a mamá,  y una a una se iban negando. Era obvio que mamá necesitaba dinero.

Fue Samuel quien te propuso que se fueran juntos a trabajar. Apartaste algo de dinero y compraste tu primera caja de dulces. Samuel te enseño a vender, a poner cara de lástima para que las personas compraran más.

Todos los días te ibas a trabajar. Con el dinero comprabas un poco de comida para mamá y para ti, el resto se lo dejabas a ella en la mesa.

Mamá no pregunto de quien era ese dinero, simplemente lo tomó y salió a comprar una botellla. Mamá estaba tranquila y tu seguiste trabajando.

Dejaste de ir a la escuela. Ese lugar se había convertido en una pesadilla. El nuevo maestro te regañaba por no peinarte y cortarte las uñas. Los niños te hacian burla porque el uniforme te quedaba apretado, estaba sucio y algo roto. Incluso el maestro te decia constantemente que era desagradable verte y estar cerca de ti.

El maestro mando a llamar a tu mamá pero tu nunca entregaste el recado. Mamá tenia ya demasiados problemas y se enojaría si tenia que escuchar tambien los gritos del maestro.

Mamá se acostumbro a ver el dinero que le ponías en la mesa. Nunca te agradeció, pero no era necesario, sabías que ella lo necesitaba para comprar sus botellas y a veces tambien alcanzaba para comprar un polvo blanco que a ella le gustaba mucho ponerse en la nariz.

Tu simplemente trabajabas para verla feliz y ahorrabas cada centavo para dárselo a ella.

Pero las cosas empezaron a ir mal de nuevo. La gente hablaba de una crisis y era mas difícil vender o pedir dinero. Mamá tampoco tenia suerte para conseguir dinero y eso la hacia enfadar.

 Un dia llegaste solo con dos manzanas, había sido un mal día, y las pusiste sobre la mesa. Mamá había tenido un mal dia también y al ver que no traias dinero se enfureció, pues ella hubiera preferido el dinero a la comida. Arrojó las dos manzanas y rompió el espejo para después sentarse a llorar en la cama.

Tu te acercaste con la intención de abrazarla pero cuando ella te sintió cerca te aventó y empezo a golpearte una y otra vez. Era la primera vez que mamá te pegaba.

Sus golpes te dolian maá porque no sabías la razon por la que ella estaba tan enojada contigo. Empezaste a llorar y ellla te pegó más para que te callaras. Entonces no pudiste aguantar y empezaste a decirle cosas horribles, a preguntarle ¿Porqué no te queria?... Seguias llorando y le dijiste que la odiabas aunque no era cierto, la amabas mas que a nada en el mundo.

Mamá se alejó de ti y se sentó en un rincón con la cabeza metida entre las piernas, llorando.

Te levantaste y saliste de la casa. Estabas arrepentido de haberle dicho esas cosas a mamá y no querías regresar, la culpa era demasiada como para volver a verla a la cara.

Hacia unos meses que Samuel se había ido de su casa y ahora vivia ccon otros niños que también se habían marchado de sus hogares.

Cuando llegaste a las chozas de cartón que servían de refugio Samuel te invitó a pasar. La noche llegó y no te marchaste. Nadie te hizo preguntas, simplemente te recibieron como uno de los suyos.

La rutina era la misma día tras día: Salir por la mañana a trabajar, buscar algo de comer y pasar el resto de la tarde jugando con los otros. Algunos vendían dulces como Samuel y tú, otros limpiaban cristales o simplemente pedían dinero a la gente que pasaba. A veces unos señores llegaban en camionetas y algunos niños y niñas se iban con ellos todo el día, después regresaban con mucho dinero. Según te dijeron esos hombres los llevaban a lugares escondidos y les daban dinero a cambio de que se quitaran la ropa y se dejaran acariciar por ellos.

Un día, igual que como llegaste tú, llegó Andrea. Ella era apenas un poco menor que tú y nadie le hizo preguntas tampoco, aunque tiempo después ella te confesó que se fue de su casa porque su papá la obligaba a hacer cosas horribles, como las que les hacían los señores de las camionetas, y que la había amenazado de matar a su mamá si le decía a alguien. Por eso ella te rogó que guardaras el secreto.

En ocasiones Samuel y los niños más grandes traían consigo botellas con el líquido blanco que tanto le gustaba a mamá. Igual que ella mojaban trapos y pasaban la tarde oliendolos. Decían que eso les quitaba el hambre y el frío. A tí nunca te gustó eso, te recordaba a mamá y te hacía sentirte triste preguntándote como estaría ella.

Fue en una de esas tardes que ellos trajeron eso, algo del polvo blanco que le gustaba a mamá y otras cosas que ellos no paraban de mirar a Andrea. Samuel le decía que tomara de la botella pero ella no quería. Luego él y los otros dos quisieron convencerla para acompañarlos al lote baldío "a jugar", pero ella se negó.

Samuel se enfureció con ella y la arrastró fuera de la choza hacia el baldío, ella gritaba que no quería ir, que la soltara. Desde lejos se oían sus gritos.

Entonces tú tomaste la decisión de ir. Samuel tenía a Andrea sujeta por el cabello e intentaba quitarle la blusa. Tú lo empujaste y el se giró molesto contigo. Soltó a Andrea y empezó a golpearte. No pudiste defenderte, te golpeó hasta que caiste al suelo y luego te siguió pateando hasta que se cansó de hacerlo. Andrea le gritaba que me dejara en paz y los otros dos solo se reían.

Así fue como llegaste al lugar donde te encuentras ahora. Andrea sigue gritando que la suelten y Samuel te ha escupido mientras los otros dos siguen riéndose.

Con esfuerzo te pones de pie sintiendo un hilo de sangre que te resbala desde la nariz. Samuel se acerca diciéndote que no te vuelvas a meter, que te largues. En dos pasos estás frente a él y puedes ver su sonrisa burlona.

Andrea grita algo que no entiendes y Samuel se gira para verla. Por eso él no se da cuenta de cuando lo golpeas con la roca que traías en la mano, cayendo al suelo con un aro rojo en la cabeza.

Te abalanzas sobre él y sigues golpeando su cabeza con la roca. Escuchas el crujir de los huesos, ves la sangre brotar y sientes como su cuerpo se agita sin control debajo de tí. Estas llorando y gritando, pero no dejas de golpear. Ya no es el rostro de Samuel el que golpeas una y otra vez, es el rostro de papá que nunc ate sonrió, nunca te dijo que te quería; es el rostro de la senyora que no para de repetirte que abandones a mamá y te vayas con ella, es el rostro del maestro diciéndote que apestas como si no te hubieses bañado en días, es el rostro de los niños de la escuela que no dejan de reirse de tí.

Cuando tomas esa roca más grande la cual necesitas dos manos para levantar ves tu propio rostro diciéndole a mamá que la odiabas. Tres veces dejas caer la pesada piedra sobre la cabeza de Samuel que queda hecha pedazos. Su cuerpo deja de moverse, tus manos están empapadas en sangre y tu rostro está bañado en lágrimas.

Te levantas y miras a tu alrededor, el sol se ha marchado y las nubes cubren el cielo. Kike y Raul se han ido, al igual que Andrea. Dos policías se acercan corriendo. Uno de ellos te toma por el cuello y te lleva hasta la patrulla, diciéndote que entres por la puerta.

-¿Cuantos años tienes amigo?- te pregunta él.
-No sé, creo que nueve- respondes preguntandote cuanto tiempo ha pasado desd ela última vez que viste a mamá.

Su recuerdo te llena por completo. Te acurrucas en el asiento acolchado y te encoges presionandote contra los lados. No aguantas más y comienzas a llorar y a llamarla, llamas a mamá, quieres estar con ella, quieres que te envuelva en la cobija una vez más, que te susurre una canción, que te vece en la frente... solo quieres que mamá te abrace una vez más.

Imagen propiedad de AntonioGuzzo

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