miércoles, 17 de febrero de 2010

La Chica Nueva

Cada vez que una persona nueva se une al equipo de trabajo es algo para comentarse, más aun si se trata de una chica joven, hermosa y soltera.

Cuando Betty llegó a la estación "Indios Verdes" del metro de la Ciudad de México pocos fueron los que no le dieron una calurosa bienvenida, algunos podría decirse que demasiado calurosa.

Con su largo vestido floreado hasta la pantorrilla y su saco negro Betty ya estaba acostumbrada a los halagos de hombres que constantemente se mostraban solícitos tan solo para ganar una mirada o una sonrisa.



No fue sorpresa para ella que los demás conductores del metro le dedicaran mucha atención y consejos para su primer recorrido en la línea.

Aunque ella ya llevaba trabajando algúnos años en las instalaciones del metro como conductora, esta era la primera vez que recorría la línea tres.

La mayoría de sus compañeros eran hombres, todos ellos prestos a comentarle los pormenores de la ruta. "Adelante de Tlatelolco debes bajar la velocidad porque la curva está muy cerrada" decía uno, "Recuerda que la luz de Etiopía no sirve" decía otro, "Justo en el cambio de vías que hay saliendo de Guerrero tienes que ir un poco rápido para no perder energía en los vagones". Y así llovían los consejos que, más que beneficiarla, buscaban causar empatía con ella, un paso importante antes de invitarla a salir.

Su primer recorrido por la ruta fue bastante aburrido. Uno de los chicos se ofreció a llevarla en su turno de ida y vuelta para que conociera el tunel. El viaje fue algo bastante aburrido. Aquel chico no paraba de hablar de sus anécdotas en el año que llevaba trabajando en esta línea.

Aburrida, agradeció el retornar a la estación 'Indios Verdes' donde comenzaría con su primer viaje sola.

No obstante aquel chico se ofreció a acompañarle como pasajero en el recorrido para recordarle todos los puntos importantes de la ruta y, por supuesto, terminar con el relato que había dejado pendiente.

Disgustada, solo sonrió hipócritamente mientras el chico subía a la cabina y seguía contando sus estúpidas historias.

Algunas estaciones más adelante la radio interrumpió por fin el interminable parloteo cuando el chico escuchó su nombre en la transmisión.

Tras coger el micrófono y pedir disculpas dejó el aparato en su lugar.

-Bueno, te tengo que dejar sola- dijo el con una tímida sonrisa.

-No te preocupes, sobreviviré- respondió Betty agradecida con la suerte que le quitaba a aquel pesado de encima -apúrate a regresar o tu esposa se enojará contigo por olvidar que comerías con ella- terminó en una diabólica sonrisa.

La chica nueva detuvo con maestría el tren en la siguiente estación abriendo las puertas para que los pasajeros pudieran abordar y descender en medio de empujones y griteríos.

Al mismo tiempo otro tren estaba entrando por el túnel en dirección contraria. Betty no alcanzó a ver la cara de celos que tenía aquel conductor al ver que Betty no estaba sola. Tan concentrado estuvo el conductor en reconocer al acompañante de la chica que pro un instante olvidó que estaba entrando a la estación hasta que se percató de que el final del andén donde los pasajeros esperaban pacientemente su arribo estaba muy próximo. Aquel hombre se vió obligado a accionar los frenos con mayor fuerza de la necesaria para evitar rebasar el límite de la estación.

Los gritos de enojo y los insultos no tardaron en escucharse desde dentro de los vagones donde algunos pasajeros habían perdido el apoyo y otros tantos terminaron golpeándose contra alguno de los plateados tubos que les sirven de sostén a quienes desafortunadamente no encontraron un asiento vacío.

El conductor pudo evitar que el tren fuera más allá de la estación, pero cuando se hubo detenido completamente faltaban aun un par de metros para llegar a la posición adecuada que le permitiera abrir las puertas.

Betty y Rubén no pudieron evitar interrumpir su despedida al escuchar el estridente chirrido de los frenos ni tampoco pudieron evitar ver que la puerta de la cabina trasera del otro tren estaba abierta y, al detenerse el tren, quedaba justo a un paso de la cabina en la que ellos se encontraban.

Viendo la oportunidad de evitar la fatiga que significaba cruzar al otro anden y caminar hasta la otra punta de la estación, Rubén dio su mano a Betty y se aproximó para dar un beso en la mejilla, molesta costumbre que ella aborrecía pero que no podía negar.

Tras saborear el aroma del cabello de Betty, con una sonrisa de satisfacción en el rostro, Rubén saltó por la puerta para llegar hasta la cabina del tren que lo llevaría de regreso a la terminal.

En ese justo instante el conductor que se sentía aliviado de no tener que dar marcha atrás al tren entero para corregir su error empujó una palanca con suavidad. Se escuchó un fuerte silbido cuando los frenos liberaron el aire que les mantenía firmes contra los rieles y el tren avanzó muy despacio para cubrir esos dos metros que necesitaba para poder abrir las puertas y continuar su camino.

Se escuchó una serie de crujidos y un gemido. El tren avanzaba lentamente y Betty veía horrorizada como el cuerpo de Ruben era amasijado entre los dos trenes.

El chico no había alcanzado la otra cabina cuando el tren avanzó de nuevo, y ahora su cuerpo, demasiado corpulento para librar el espacio que quedaba entre ambos trenes, estaba siendo triturado por el movimiento.

Una mujer gritó desde el interior del tren, un adolecente cubría los ojos de su novia mientras veía como el cuerpo de Rubén pasaba frente a la ventana despacio, casi irreal, dejando un trazo de sangre sobre la ventana.

Los huesos crujían y la mirada de terror de Rubén que aun no sabía lo que estaba ocuriendo se torció cuando su cabeza giraba en posiciones imposibles para un cuerpo sano.

El tren se detuvo de nuevo. ni el conductor ni los pasajeros del otro lado de la estación se habían percatado de lo sucedido. Una alarma sorda, fatigada, surgió de las bocinas en el interior de los vagones y las puertas se cerraron.

El conductor aceleró y el cuerpo de Rubén, cuya pierna había quedado atrapada en una hendidura fue arrastrado algunos metros más por la vía, golpeando la cabeza del chico contra las ruedas del tren que permanecía estático.

Su brazo derecho quedó atrapado en uno de los frenos y fue arrancado del resto del cuerpo cual si fuera una simple figura de papel. No obstante, esto fue suficiente para liberar la pierna atrapada y el cuerpo de Rubén quedó tendido inerte sobre la vía.

El chico aun intentaba respirar, aun trataba de entender que era ese estruendo que había escuchado antes de este silbido que le taladraba los oídos y porque sentía tanto dolor por todo el cuerpo. Aun no sabía porque uno de sus ojos parecía no responder ni porque veía su pierna en una posición tan extraña.

El aire provocaba guturales ruidos al entrar y salir con agitación por la maltrecha garganta, donde la sangre ya le impedía respirar.

Con el pecho totalmente destrozado y fragmentos de hueso incrustados en su corazón, el movimiento de sus pulmones se volvió espasmódico, irregular, hasta que finalmente cesó por completo.

En el interior de la cabina la chica nueva, que apenas se daba cuenta de lo que ocurrido, gritó.

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